El desarrollo de la agricultura urbana en el mundo podría ser la clave para resolver los problemas alimentarios de una población en constante crecimiento.

Debido al actual crecimiento demográfico, los organismos oficiales informan del problema que supondrá la falta de alimentos. Según la FAO, la población aumentará en unos 3.000 millones de personas en todo el mundo para 2050.

Esto significa que habrá que producir más alimentos para satisfacer toda la demanda. Las formas actuales de agricultura no son adecuadas para este crecimiento, por lo que estas instituciones piden a los gobiernos que fomenten la agricultura urbana en las grandes ciudades.

¿Qué es la agricultura urbana?

La agricultura urbana pretende crear medios de vida en las grandes ciudades que produzcan alimentos suficientes para la población.

Invertir en este tipo de técnicas ayuda a crear empleo, proporcionar alimentos frescos y sanos, reciclar los residuos municipales y mejorar las ciudades en cuanto al cambio climático al crear espacios verdes para el cultivo.

Para poder realizar este tipo de cultivos, los arquitectos de las grandes ciudades ya han empezado a desarrollar proyectos que pretenden integrar espacios de cultivo en los edificios.

Se trata de edificios que reciben luz a través de superficies acristaladas con paneles solares en la parte superior para crear un invernadero de varios niveles en el que se pueden cultivar diversos alimentos. Además de crear este tipo de estructuras, también pretenden ser autosuficientes y utilizar energías limpias para su desarrollo.

La agricultura urbana no sólo se limita a los edificios, sino que también incluye los terrenos alrededor de las ciudades que se utilizan para el cultivo y la cría de animales que no pueden cultivarse en pequeños invernaderos debido a su tamaño.

La agricultura urbana incluiría, por tanto, el cultivo de cereales, la cría de animales y la silvicultura con el objetivo de producir madera de forma viable o sostenible.

¿Qué se puede cultivar?

En general, cuando se trata de agricultura urbana de interior , es importante tener en cuenta los tipos de cultivos que se pueden obtener.

Los cultivos hortícolas suelen elegirse porque tienen un ciclo de producción corto, que a veces no dura más de 60 días. Esto supone una gran ventaja para el consumo diario de alimentos frescos y de temporada.

Se estima que las pequeñas superficies son tan productivas como las granjas y que se pueden cultivar hasta 20 kilos de hortalizas al año en una superficie de sólo un metro cuadrado.

Además, su producción y consumo son más respetuosos con el medio ambiente, ya que no necesitan ser transportadas ni envasadas. Como se producen en pequeñas cantidades, tampoco necesitan almacenarse.

Por otro lado, este tipo de agricultura en los países en desarrollo es una fuente de ingresos para personas en riesgo de exclusión y mujeres que pueden sobrevivir gracias a la venta de estos productos cultivados en casa. Es por ello que Naciones Unidas trabaja para desarrollar este tipo de cultivo en estos países emergentes.

¿Cuál es la diferencia entre agricultura urbana y jardinería urbana?

La principal diferencia entre ambos tipos es que la agricultura urbana esconde un interés comercial, mientras que la jardinería urbana se centra en el cultivo de plantas para uso personal.

La jardinería urbana suele centrarse en aspectos sociales y educativos, mientras que la agricultura urbana se centra en métodos de cultivo profesionales y estrategias comerciales.

Un buen y conocido ejemplo de proyecto de jardinería urbana es el Prinzessinnen-Gärten de Berlín.

El origen de la jardinería urbana, tal y como se está extendiendo hoy en día como movimiento social en cada vez más ciudades, se encuentra en los “jardines comunitarios” que surgieron en los años setenta en los barrios problemáticos de Nueva York.

También pueden considerarse precursores de la agricultura urbana, aunque el desarrollo en Cuba fue más influyente en un sentido profesional.

Crecimiento demográfico y escasez de alimentos

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y estudios de la ONU señalan la importancia de abordar este problema antes de 2050, cuando la producción de alimentos deberá aumentar un 70 %.

Además de esta necesidad, las tendencias actuales hacen pensar a los expertos que cada vez más personas vivirán en ciudades y abandonarán así el campo.

Las estimaciones de estas dos organizaciones apuntan a que el 70 % de la población vivirá en grandes ciudades en 2050, por lo que es crucial abordar el problema y promover soluciones que puedan encontrarse en los centros urbanos.

Los mismos estudios indican que hay suficiente tierra cultivable para alimentar a la población en 2050, pero debido al cambio climático y a las prácticas perjudiciales para el medio ambiente, es probable que estos suelos no sean aptos para el cultivo.

Además, no todos los suelos son aptos para cultivar los alimentos más demandados, que sólo se encuentran en unos pocos países.

¿En qué puede ayudar la legislación?

Todavía queda mucho por hacer en materia de legislación para que este tipo de cultivo urbano pueda desarrollarse con normalidad. Es importante que exista un marco regulador al respecto, ya que se instalan en zonas urbanas y pueden generar olores por el uso de fertilizantes o las filtraciones de agua.

Además, el uso de pesticidas puede hacer insalubres los alimentos producidos por este tipo de agricultura, por lo que se necesitan controles exhaustivos para garantizar que su consumo sea seguro.

¿Qué papel tienen las instituciones?

La FAO apoya la transformación de la agricultura urbana en un uso del suelo urbano y el reconocimiento de este uso y de sus actividades, así como su integración en los planes y estrategias nacionales y locales de desarrollo agrícola.

El objetivo es que las instituciones elaboren programas de alimentación, nutrición y planificación urbana basados en los principios de la agricultura urbana.

En algunas grandes ciudades de los países nórdicos, la urbanización y planificación de las ciudades ya tiene en cuenta la creación de zonas para la agricultura urbana.

En España, todavía hay pocos proyectos de este tipo, pero puedes animarte a crear tu propio huerto urbano en el patio de tu casa o en tu terraza, ya que el mantenimiento que requiere es mínimo y contribuye a una alimentación equilibrada y saludable.

Aprovechar las oportunidades

Así pues, la agricultura urbana puede contribuir significativamente a la seguridad alimentaria. Aunque el impacto sea pequeño, puede ser crucial para determinados grupos sociales, como los pobres urbanos, las mujeres en edad fértil y los niños.

Las estrategias utilizadas varían de un país a otro -o incluso dentro de una misma ciudad- en función de las condiciones locales específicas.

También pueden variar según las distintas actividades, ya que la cría de ganado en los centros urbanos entraña mayores dificultades que el mantenimiento de un huerto doméstico.

En algunos casos, los beneficios de la agricultura urbana superan claramente las posibles consecuencias negativas, como la contaminación o la competencia por unos recursos escasos.

En estos casos, los responsables políticos deben promover activamente la agricultura urbana y encontrar formas de integrarla en la planificación del uso del suelo.

Por ejemplo, los riesgos para la salud o los relacionados con la contaminación del agua o la seguridad alimentaria pueden minimizarse ofreciendo orientación y formación sobre las técnicas de producción adecuadas.

En otros casos, puede haber formas más eficaces de aumentar la seguridad alimentaria de los pobres, como promover actividades alternativas generadoras de ingresos, ampliar las oportunidades de empleo no agrícola o mejorar el funcionamiento de los mercados urbanos de alimentos.

Por lo tanto, los responsables políticos deben considerar detenidamente todas las opciones disponibles. La simple prohibición de las actividades agrícolas en las ciudades, como se ha hecho a menudo en el pasado no es necesariamente la mejor alternativa.

En su lugar, las medidas políticas podrían centrarse en mejorar los derechos de uso del suelo y definir qué actividades están permitidas y dónde.

Sin un análisis minucioso de las oportunidades y los riesgos que entraña, los responsables políticos perderán una valiosa oportunidad de integrar mejor las actividades agrícolas en el desarrollo urbano y garantizar que contribuyan a la sostenibilidad social, económica y medioambiental.

¿Cómo el cambio climático afecta a la agricultura?

Las plantas necesitan suficiente tierra, agua, luz solar y calor para crecer. El calentamiento global ya ha modificado la duración del periodo vegetativo en gran parte de Europa.

La floración y la cosecha de los cereales ya se han adelantado varios días. Se prevé que estos cambios continúen en muchas regiones.

De forma general, la productividad agrícola en el norte de Europa podría aumentar con el alargamiento del periodo vegetativo y del periodo libre de heladas.

El aumento de las temperaturas y la prolongación del periodo vegetativo también podrían facilitar la producción de nuevos cultivos. En el sur de Europa, por el contrario, se prevé que las olas de calor extremo y la menor pluviosidad y disponibilidad de agua limiten la productividad agrícola.

Se prevé que el rendimiento de los cultivos fluctúe más de un año a otro debido a fenómenos meteorológicos extremos y a otros factores como plagas y enfermedades.

Sin embargo, en algunas zonas del Mediterráneo, el estrés hídrico y térmico extremo de los meses de verano podría obligar a trasladar la producción de algunos cultivos estivales al invierno.

En otras zonas, como el oeste de Francia y el sureste de Europa, los veranos calurosos y secos reducirán los rendimientos sin posibilidad de trasladar la producción al invierno.

Los cambios en las temperaturas y en los periodos vegetativos también podrían afectar a la reproducción y propagación de determinadas especies, como insectos, malas hierbas invasoras o enfermedades, lo que a su vez podría afectar a los rendimientos.

Algunas de estas pérdidas potenciales podrían compensarse con prácticas agrícolas como la rotación de cultivos para ajustarse a la disponibilidad de agua, el ajuste de los tiempos de siembra a los patrones de temperatura y precipitaciones, y el uso de variedades de cultivos mejor adaptadas a las nuevas condiciones (por ejemplo, cultivos resistentes al calor y a la sequía).

No sólo los cambios climáticos afectan a las fuentes de alimentos terrestres. La distribución de algunas poblaciones de peces en el Atlántico nororiental ya ha cambiado, lo que afecta a las comunidades que dependen de estos recursos a lo largo de toda la cadena de suministro.

Junto con el aumento del transporte marítimo, el calentamiento de las aguas puede contribuir a facilitar el establecimiento de especies marinas invasoras, provocando el colapso de las poblaciones locales de peces.

De cara a facilitar su adaptación al cambio climático, los agricultores y las comunidades pesqueras pueden acceder a fondos de la UE como el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (FEADER), la Política Agrícola Común (PAC) y préstamos del Banco Europeo de Inversiones (BEI).

En el marco de la PAC hay también otros fondos destinados a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de las actividades agrarias.

¿Cuáles son las demandas en competencia?

Queda claro que el mundo necesita aumentar la producción de alimentos y que los recursos esenciales son limitados. La agricultura tiene un impacto significativo sobre el medio ambiente y el clima. Además, el cambio climático determina cuántos alimentos pueden producirse y dónde.

Saber quién produce qué y dónde es una cuestión sociopolítica controvertida que probablemente se intensificará en el futuro.

La competencia mundial por estos recursos vitales, especialmente ante la amenaza del cambio climático, está provocando que los países desarrollados adquieran grandes extensiones de tierras agrícolas en países menos desarrollados.

Estas adquisiciones de tierras y los efectos del cambio climático plantean interrogantes sobre la seguridad alimentaria, especialmente en los países en desarrollo.

La seguridad alimentaria no consiste sólo en producir cantidades suficientes de alimentos, sino también en tener acceso a alimentos con suficiente valor nutritivo.

La complejidad de este problema exige una política coherente e integrada en materia de cambio climático, energía y seguridad alimentaria.

Ante el cambio climático y la competencia por unos recursos escasos, todo el sistema alimentario debe transformarse y ser mucho más eficiente en el uso de los recursos, al tiempo que reduce constantemente el impacto medioambiental, incluidas las emisiones de gases de efecto invernadero.

Tenemos que aumentar el rendimiento al tiempo que reducimos nuestra dependencia de los productos agroquímicos , reduciendo el desperdicio de alimentos y el consumo de alimentos que consumen muchos recursos y emiten gases de efecto invernadero, como la carne.

Al mismo tiempo, no debemos olvidar que los agricultores pueden desempeñar un papel esencial en la gestión y conservación de la biodiversidad europea. También son una parte esencial de la economía rural.

Por ello, las medidas reguladoras que se adopten para abordar este complejo problema alimentario y medioambiental deben tener en cuenta el impacto ambiental de la agricultura y su importancia socioeconómica para muchas comunidades.